jueves, diciembre 02, 2004

Nápoles

En Roma por último volvimos al Vaticano, ya sí entramos en san Pedro, con su maravilloso baldaquino y como no, la Piedad, que preciosidad...
Al día siguiente tocaba Nápoles y Pompeya. No me cansaré de decirlo, Nápoles, que ciudad tan tan bonita. Eso sí, si en el resto de Italia conducen de pena, en Nápoles llamar conducir a eso que hacen cuando se montan con esa supuesta intención en cualquier medio de locomoción sería mentir descaradamente. No sólo no respetan ni una señal, paso de cebra... sino que hacer la pirula es lo más habitual. Incluso si eres un peatón y cruzas por tu paso de cebra, te gritan desde su vehículo, deberías dejarles pasar siempre (supongo que tú debes volar entonces sobre la calzada)
De allí es típica la Pizza Margarita ( de queso mozzarela-leche de búfala- y tomate), que se inventóa en honor a la reina del mismo nombre. Cerca está la isla de Capri, donde es originario, según tengo entendido, un licor llamado Limoncello, de sabor agridulce. Estuvimos en el legendario café Gambrinus (se supone que el original) y del que han extraído el nombre miles de cervecerías, bares y cafés en el resto del mundo. También hay un dulce que al final no pude probar de nombre curioso, hecho de hojaldre y relleno de crema, la Sfogliatella.
Sobre Pompeya más o menos ya hablé un poquito. Antes de entrar nos enseñaron cómo un artesano hacía un camafeo de nácar, muy monos, pero muy caros (y un poco así como para las madres, para mi gusto)

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