Un anuncio de la cadena de comida rápida Kentucky Fried Chicken ha obtenido más de 1000 quejas en el Reino Unido. En él se muestra a personas que cantan con la boca llena. La preocupación se debe a que los padres creen que es un mal ejemplo. La empresa se justifica diciendo que simplemente es un anuncio divertido y que no piensan dejar de emitirlo, pues no ha sido censurado por la BACC (el organismo que se encarga en Inglaterra de aprobar los anuncios)
La polémica en publicidad es algo que se da bastante. El problema es ver dónde están los límites. Y no me refiero a los límites de los creativos sino los de los espectadores. Quizás recordéis el anuncio de Donettes (creo) que fue eliminado de antena porque imitaba a los boy-scouts, precisamente porque el colectivo español de boy-scouts (yo la verdad es que nunca había visto un boy-scout aquí, pero deben ser como las meigas) lo consideró denigrante. En Francia un anuncio también fue quitado de antena porque una familia salvaba un ciervo de un cazador, y el colectivo de cazadores dijo que afectaba a su imagen.
Y por último, un anuncio que trajo mucha cola, bajo estas líneas, en el que la modelo Sophie Dehl posa para el perfume Opium. Pues bien, en un principio sólo recibió 3 quejas, pero tras tildarlo en varios medios de sexista y denigrante, las quejas aumentaron a casi mil. Fue censurado y prohibido.
A veces, aunque hayan pasado todas las censuras, por el simple hecho de recibir algunas críticas, los anunciantes deciden eliminarlos ellos mismos, por salvaguardar su imagen. Pero hay que tener en cuenta que muchas críticas surgen de sectores muy pequeños que representan a un porcentaje minúsculo de la población y que puestos a herir susceptibilidades, cualquier cosa en este mundo puede resultar ofensiva dependiendo de la persona a la que se la presentes.
En mi opinión, el anuncio de Opium es muy bello, con una estética muy cuidada y quizás algo erótico, pero no me parece denigrante en absoluto, pues una gran mayoría de anuncios de perfumes se venden de este modo. Si se tratara de un chico nadie habría dicho nada (mira que últimamente ponen traseros de muchachos en televisión y nadie se queja) Y en cuanto a los otros, lo que he dicho, siempre habrá muchas sensibilidades dispuestas a sentirse heridas.
La polémica en publicidad es algo que se da bastante. El problema es ver dónde están los límites. Y no me refiero a los límites de los creativos sino los de los espectadores. Quizás recordéis el anuncio de Donettes (creo) que fue eliminado de antena porque imitaba a los boy-scouts, precisamente porque el colectivo español de boy-scouts (yo la verdad es que nunca había visto un boy-scout aquí, pero deben ser como las meigas) lo consideró denigrante. En Francia un anuncio también fue quitado de antena porque una familia salvaba un ciervo de un cazador, y el colectivo de cazadores dijo que afectaba a su imagen.
Y por último, un anuncio que trajo mucha cola, bajo estas líneas, en el que la modelo Sophie Dehl posa para el perfume Opium. Pues bien, en un principio sólo recibió 3 quejas, pero tras tildarlo en varios medios de sexista y denigrante, las quejas aumentaron a casi mil. Fue censurado y prohibido.
A veces, aunque hayan pasado todas las censuras, por el simple hecho de recibir algunas críticas, los anunciantes deciden eliminarlos ellos mismos, por salvaguardar su imagen. Pero hay que tener en cuenta que muchas críticas surgen de sectores muy pequeños que representan a un porcentaje minúsculo de la población y que puestos a herir susceptibilidades, cualquier cosa en este mundo puede resultar ofensiva dependiendo de la persona a la que se la presentes.
En mi opinión, el anuncio de Opium es muy bello, con una estética muy cuidada y quizás algo erótico, pero no me parece denigrante en absoluto, pues una gran mayoría de anuncios de perfumes se venden de este modo. Si se tratara de un chico nadie habría dicho nada (mira que últimamente ponen traseros de muchachos en televisión y nadie se queja) Y en cuanto a los otros, lo que he dicho, siempre habrá muchas sensibilidades dispuestas a sentirse heridas.
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