Reflexiones furiosas en el Metro
Normalmente presumo de ser una persona bastante tolerante. Pero hay días, no sé si por el agotamiento físico y mental (diciendo eso parezco el target objetivo para el anuncio de Pharmaton), que no soporto nada. Más que días son momentos, o más bien ratitos, pues en un espacio breve de tiempo me pasan por la cabeza las mayores barbaridades y más crueles torturas para aquello o aquellos que provocan en mí en esos incontrolables arrebatos de furia mental (sólo, menos mal) y efímera. Y esas raras ocasiones, se dan con diferencia, en el metro, a primera hora de la mañana, y coincidiendo con la hora punta.
Por poner un ejemplo, esta mañana, tras haber dormido menos de 5 horas hoy por culpa de una práctica que debo entregar mañana (ya casi está hecha, uff...) me dispongo a ir al metro. Pero claro, justo se ha cerrado la puerta delante de mis narices. Ahí, no sólo he enfocado mi odio al conductor, al maldito cacharro, a la línea 7, y todo el plan organizativo de la red de metro, sino también, por qué no, a los que estaban dentro y se iban felices (o eso, se me antojaban a mí) a su destino. Y claro, conociendo mi suerte, a pesar de ser hora punta, justo me tocaba el metro que tardaba 4 minutos. No parece mucho, pero teniendo en cuenta que voy justita a clase, sí lo es. Pero no han sido 4 minutos, he cronometrado reloj en mano, los minutos, y aunque en los relojes del metro ponía que eran 4 han sido 6. ¿Es acaso una conjura contra mí?
Luego, ya en el siguiente metro, haciendo mis cálculos: 7 paradas_14 minutos; redondeamos en 15. Pues no, han sido unos 22. ¿Por qué el metro va más lento si yo tengo prisa? Y dentro he sentido furia por las cosas más estúpidas, porque uno me empuja sin querer, porque otro me pregunta si voy a salir cuando está claro que sí puesto que estaba mirando frente a la puerta( Yo pienso: No, es que me gusta mirar la oscuridad, a ver si encuentro la estación fantasma, no te digo)... Y así por mil tonterías más que ya ni recuerdo. Y lo peor de todo es que cuando he salido del metro he acelerado tanto que al final incluso he llegado 5 minutos antes a clase. Tanto odio desperdiciado para nada...aiss.
Y a la vuelta, también en el metro, estaba el típico chico guapito y cachas. Se parecía a Olivier Martínez. Pero lo peor es que no me he fijado en él porque fuera mono, sino porque me ha parecido más bajito que yo, y me ha hecho ilusión (ya véis, igual que me dan ataques de furia interna por cualquier tontería, también me dan alegrías espontáneas de la manera más simple) La verdad es que daba la impresión de que el chico se lo creía un poco, aunque quizás es normal, pues cada chica que entraba lo miraba de arriba a abajo. Pero lo peor estaba por llegar para mi mente enferma (por qué voy a negarlo, en ratos así, no soy normal) Estaba un poco recostado, y al erguirse me he dado cuenta con horror de que era un poquito más alto que yo. Bueno, ahí toda mi furia del resto del día ha sido en exclusiva para él, por ser más alto que yo, se lo tenía merecido. Pero ha ocurrido otra cosa que me ha hecho replantearme si embocar todo mi odio sinsentido a otro hecho. Había un chulito sujeto a las barras superiores del metro y levantándose en el aire, como si estuviera en un gimnasio. Ahí, sí he pensado, menos mal que puedo ponerme furiosa por dentro sin que se note nada.
En fin, espero no ser la única que tenga furia contenida que nunca sacaría a la luz causada por las tonterías más inverosímiles. Si no, visitaré a algún especialista.
Normalmente presumo de ser una persona bastante tolerante. Pero hay días, no sé si por el agotamiento físico y mental (diciendo eso parezco el target objetivo para el anuncio de Pharmaton), que no soporto nada. Más que días son momentos, o más bien ratitos, pues en un espacio breve de tiempo me pasan por la cabeza las mayores barbaridades y más crueles torturas para aquello o aquellos que provocan en mí en esos incontrolables arrebatos de furia mental (sólo, menos mal) y efímera. Y esas raras ocasiones, se dan con diferencia, en el metro, a primera hora de la mañana, y coincidiendo con la hora punta.
Por poner un ejemplo, esta mañana, tras haber dormido menos de 5 horas hoy por culpa de una práctica que debo entregar mañana (ya casi está hecha, uff...) me dispongo a ir al metro. Pero claro, justo se ha cerrado la puerta delante de mis narices. Ahí, no sólo he enfocado mi odio al conductor, al maldito cacharro, a la línea 7, y todo el plan organizativo de la red de metro, sino también, por qué no, a los que estaban dentro y se iban felices (o eso, se me antojaban a mí) a su destino. Y claro, conociendo mi suerte, a pesar de ser hora punta, justo me tocaba el metro que tardaba 4 minutos. No parece mucho, pero teniendo en cuenta que voy justita a clase, sí lo es. Pero no han sido 4 minutos, he cronometrado reloj en mano, los minutos, y aunque en los relojes del metro ponía que eran 4 han sido 6. ¿Es acaso una conjura contra mí?
Luego, ya en el siguiente metro, haciendo mis cálculos: 7 paradas_14 minutos; redondeamos en 15. Pues no, han sido unos 22. ¿Por qué el metro va más lento si yo tengo prisa? Y dentro he sentido furia por las cosas más estúpidas, porque uno me empuja sin querer, porque otro me pregunta si voy a salir cuando está claro que sí puesto que estaba mirando frente a la puerta( Yo pienso: No, es que me gusta mirar la oscuridad, a ver si encuentro la estación fantasma, no te digo)... Y así por mil tonterías más que ya ni recuerdo. Y lo peor de todo es que cuando he salido del metro he acelerado tanto que al final incluso he llegado 5 minutos antes a clase. Tanto odio desperdiciado para nada...aiss.
Y a la vuelta, también en el metro, estaba el típico chico guapito y cachas. Se parecía a Olivier Martínez. Pero lo peor es que no me he fijado en él porque fuera mono, sino porque me ha parecido más bajito que yo, y me ha hecho ilusión (ya véis, igual que me dan ataques de furia interna por cualquier tontería, también me dan alegrías espontáneas de la manera más simple) La verdad es que daba la impresión de que el chico se lo creía un poco, aunque quizás es normal, pues cada chica que entraba lo miraba de arriba a abajo. Pero lo peor estaba por llegar para mi mente enferma (por qué voy a negarlo, en ratos así, no soy normal) Estaba un poco recostado, y al erguirse me he dado cuenta con horror de que era un poquito más alto que yo. Bueno, ahí toda mi furia del resto del día ha sido en exclusiva para él, por ser más alto que yo, se lo tenía merecido. Pero ha ocurrido otra cosa que me ha hecho replantearme si embocar todo mi odio sinsentido a otro hecho. Había un chulito sujeto a las barras superiores del metro y levantándose en el aire, como si estuviera en un gimnasio. Ahí, sí he pensado, menos mal que puedo ponerme furiosa por dentro sin que se note nada.
En fin, espero no ser la única que tenga furia contenida que nunca sacaría a la luz causada por las tonterías más inverosímiles. Si no, visitaré a algún especialista.
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